Todos asociamos las historias de terror con cementerios, lugares oscuros y solitarios o casas abandonadas. Y esto es así porque nuestra mente está acostumbrada a aceptar que esos hechos inexplicables sólo suceden en este tipo de escenarios. Pero ¿qué pasaría si de pronto escuchamos que un cuento de miedo tiene lugar en un edificio moderno, en una torre de más de veinte pisos de altura ubicada en un barrio populoso, con cámaras de seguridad en los ascensores y los pasillos, y en la que viven cientos de personas? Sin dudas, eso no nos dejaría muy tranquilos. Y nos obligaría a aceptar que aun en esos gigantes de cemento, la tradición oral es capaz de seguir regalándonos su magia y su misterio.
Como ejemplo de esto, nada mejor que prestar atención a lo que le sucedió hace tiempo a Venancio Mangado, un joven que vivía en uno de los edificios más emblemáticos del barrio Pocitos Nuevo de Montevideo: las Torres Náuticas. Rodeado de todas las seguridades y comodidades posibles, este adolescente jamás pensó que algo anormal pudiera llegar a sucederle en su propio hogar. Pero se equivocó.