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BLOG DE VOCES 3

lunes, 13 de junio de 2011

“Invasión de un pequeño paraíso en la Tierra” de Marcelo.F

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Porque a veces es mejor no ingresar a ciertos lugares…

 

6- “Invasión de un pequeño paraíso en la Tierra” - Marcelo.F

 

Recién salido de Facultad, mi cuestión era como iba a hacer para ganarme la vida.

Por ello, acepté un encargo referido a la puesta a punto de una vieja casa en un barrio jardín de Montevideo sobre una transitada avenida. Emprendí la trabajosa tarea de recopilar todas las falencias de la misma a efectos de poder hacer un diagnóstico lo más preciso posible del estado en el que se encontraba la edificación. Esta etapa era fundamental para poder precisar el alcance económico de la intervención, debido a la urgencia que tenían los dueños de vender tan importante bien.

La casa constaba de 4 dormitorios, living, comedor anexo a una importante y espaciosa cocina que daba a un fondo realmente espectacular. Lleno de palmeras y plantas de varias clases, el fondo de la casa era un verdadero remanso de paz en una zona que cada vez se urbanizaba más pese a su característica de barrio jardín.

En esa zona si que se valoraban los jardines privados de uso exclusivo de sus dueños en oposición a otras zonas de Montevideo donde la gente debe salir de sus casas para ver un árbol y lo único vegetal que ve dentro o está en una maceta o está en la heladera. Concluyendo: iba a restaurar una casa donde sus dueños habían vivido su paraíso en la tierra. Hasta que falleció la dueña de casa.

Entonces el caos se desató. Su ex esposo había logrado que su hijo varón lo acompañase en la decisión de cerrar una etapa de sus vidas y con una medida inversión, aumentar el valor de la propiedad para así venderla en un muy buen precio. Pero no contaban con el desacuerdo de la hija, quien se oponía a desprenderse de lo que ella consideraba la última morada donde su madre había vivido sus momentos de felicidad a pesar de la enfermedad devastadora que padecía. Ella me habló de su resignación frente a la decisión de su familia. De sus intentos por bloquear dicha acción, de sus propuestas alternativas. Lo cierto era que había perdido y sentía que su madre la apoyaba.

Hasta acá, una de las tantas historias de legados y sus consecuencias en las familias. De todas formas, debía dedicarme a mi trabajo y comencé junto a la cuadrilla las tareas previas a la pintura y las tareas de instalación sanitaria en forma simultánea.

Lo primero que vimos fue una mancha en el cielorraso de uno de los dormitorios de la planta baja. Parecía una mancha de óxido, algo rojiza , producto quizás del pasaje de agua por los hierros de la losa. Esto era poco probable dado que había un dormitorio arriba de éste y no había cañerías de calefacción ni de ningún otro tipo.

Se procedió a aplicarle una mano de cal para verificar la persistencia o no del pasaje de agua. Vimos que se blanqueaba de inmediato, pero cuando veníamos al día siguiente , la mancha reaparecía, del mismo tamaño y juramos que de la misma forma.

Y así se sucedieron los días y las manos de pintura y la mancha no aparecía.

Trabajaban varias cuadrillas, cada una en lo suyo, sanitaria,eléctrica,pintura, todas ya se conocían de anteriores trabajos y contaban con vasta experiencia exitosa en la coordinación de trabajos. La mancha comenzó a sembrar discordia en los operarios que comenzaron a explicar el fenómeno de la reaparición con bromas de mal gusto o directamente, de sabotaje.

Ni hablar de las uniones de caños flojas o con pérdidas al otro día de dejarlas listas y haberlas sometido a pruebas hidráulicas sin que éstas arrojasen algún resultado negativo.

El ambiente se puso tenso pero yo lograba armonizar y recomponer las relaciones, tarea vital e impostergable .

Lo extraño fue que luego de una trabajosa reunión para lograr una momentánea tregua, las herramientas, prolijamente ubicadas en el área del garage, fueron encontradas al otro día, totalmente desparramadas en el piso del mismo . Lo extraño era que el que cerraba la obra era yo y que yo sepa, jamás tuve problemas de doble personalidad o lapsos de pérdida de memoria. Demás está decir que los ánimos se caldearon tanto, que llegó el punto en el que debí quedarme sólo con las cabezas de las cuadrillas.

Una tarde, ya cayendo el día, me quedé sólo con el sanitario colocando los nuevos aparatos. Concentrado en mi tarea, apenas escuché cuando me dijo “Hasta mañana” y partió fuera de la casa. Yo había entendido que seguiría trabajando en el toilette de la planta baja, al punto que comencé a hablar en voz alta para trasmitirle los próximos pasos a seguir. Bajé un poco la voz cuando sentí sus pasos por la escalera y el ruido de sus ropas cuando se puso detrás mío, cerca de la puerta, mientras yo ajustaba los últimos tornillos de un bidet rebelde.

Le comenté lo difícil que me era acertarle al taco inserto en el piso y me di vuelta para pedirle otro destornillador, alguno un poco más robusto.

Antes de dar vuelta la cabeza, ya sentí que algo iba muy mal.

Un frío intenso en la nuca me erizó los vellos de la nuca y fue entonces que me di cuenta de que hasta el momento no había recibido comentario alguno por parte del sanitario. Grité su nombre, quizás para exorcizar el pánico que me invadía como el frío atroz que sentía en la espalda. Contradiciendo mi propia lógica, creí saber que era lo que me encontraría cuando me diese vuelta.

Y efectivamente fue así. Una mujer delgada, en una especie de bata de hospital con gorra blanca ajustada a su cabeza, dándole aspecto de calva, me miraba severa, más no enojada. Me paralicé de tal forma que sentí los músculos de mis piernas comenzar a temblar. Entonces, la mujer levantó despacio el brazo derecho con el índice extendido y los demás dedos recogidos señalándome la dirección de la puerta de calle. Usaín Bolt fue la tortuga de la fábula en comparación conmigo.

Al llegar a mi casa llamé a mi cliente y arreglé mi salida de la obra en forma decorosa ya que quedaban varios detalles menores inconclusos en los que se encontraba por supuesto, la ya famosa mancha de la planta baja.

Mi impresión fue que la señora no quería ver invadido su pequeño paraíso en la Tierra.

5 comentarios:

Minte dijo...

simplemente la mejor historia. es la casona sobre la calle Agraciada, frente al Devoto?

LGJR dijo...

La verdad que esta historia está buena =)

Anónimo dijo...

MUY BUENA LA HISTORIA VIVIDA POR ESTA PERSONA. REALMENTE ASUSTA. HIZO BIEN EN IRSE...!!!!

marcelo fabani dijo...

Buenísima la historia.De verdad asusta.
Realmente cada vez pasan más seguido estas cosas.

Anónimo dijo...

Excelente historia! Me gustaría saber qué sucedió finalmente con la casa,qué voluntades resultaron más poderosas.Las de la señora fallecida y su hija o las de los varones de la familia?